miércoles, 24 de agosto de 2011

EL CUERPO EN LA ORACIÓN.

Cierto autor habla de un hombre al que encontró cómodamente repantigado en su sillón mientras fumaba un cigarrillo. Nuestro autor le dijo: «Pareces abstraído en tus pensamientos...» Y el otro le replicó: «Estoy orando». «¿Orando?», le preguntó aquél; «y dime: si el Señor resucitado se encontrara aquí en todo su esplendor y su gloria, ¿estarías sentado de ese modo?» «No», respondió el otro, «supongo que no...» «Entonces», dijo el autor, «en este momento no tienes conciencia de que está presente aquí contigo. Por tanto, no estás orando».

Hay mucho de verdad en lo que dice este autor. Pruébalo por ti mismo. Un día en el que sientas aridez o sequedad espiritual, trata de evocar la imagen de Jesucristo delante de ti, en todo el esplendor de su resurrección. Entonces permanece de pie (o sentado, o de rodillas) ante él, con tus manos devotamente unidas en actitud orante. En otras palabras, expresa con tu cuerpo el sentimiento de reverencia y devoción que te gustaría sentir en su presencia, pero que en ese momento no sientes. Lo más probable es que, al cabo de un rato muy breve, constates cómo tu corazón y tu mente están también expresando lo mismo que expresa tu cuerpo. Tu conciencia de su presencia se verá intensificada, y tu tibio corazón empezará a sentir calor. Esta es la gran ventaja de orar con el cuerpo, de llevar nuestro cuerpo a la oracion. Hoy está de moda insistir en que somos seres humanos de carne y hueso, seres corporales; incluso tienes que oír cómo algunos te dicen: «Yo no sólo tengo un cuerpo, sino que soy mi cuerpo».., hasta que llega el momento de orar. Entonces es como si fueran puro espíritu o puro intelecto; del cuerpo, sencillamente, se prescinde.


Fuente: La oración contemplativa Pedro Finkler

No hay comentarios:

Publicar un comentario